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13 de septiembre de 2023

Pintura


Una de las fuentes que sirven para conocer la vida de Pedro Fabro, provienen de sus apuntes titulados "Memorial", escritos entre 1542 y 1546 donde describe sus recuerdos, experiencias y memorias espirituales. Los mismos están recogidos en la colección Monumenta Histórica Societatis Iesu que incluyen las cartas escritas por él y destinadas a su persona. Cabe destacar que los Padres Jaime H. Amadeo S.J. y Miguel A. Fiorito S.J. editaron en la Argentina en 1982 una versión de esta publicación por encargo del entonces Provincial de la Orden, el P. Jorge Mario Bergoglio S.J.


¿Pero qué sabemos de este sacerdote jesuita?


Pedro Fabro, nació en el año 1506, en Villareto, Alta Saboya, en el actual territorio de Alemania. De joven colaboró en actividades de pastoreo, ayudando a su familia, pero prontamente quiso empezar a estudiar, y así lo hizo en Thones. Sus deseos de ampliar cada vez más sus saberes sirvieron para que lo enviaran a una escuela más grande, en La Rôche. Fue discípulo de Pedro Veillardo, quien lo formó en retórica, en los clásicos y en las humanidades.


Posteriormente, y siempre con la intención de ampliar su formación, se dirigió a Paris. Primero se instaló en el colegio de Montaigu, en 1525, y luego se trasladó al colegio de Santa Barbara donde fue descubriendo su vocación.


En aquel colegio, conoció a Francisco Javier, y ambos obtuvieron el grado de "Maestro en Artes", convirtiéndose en grandes amigos. Allí también conoció a Ignacio de Loyola, convirtiéndose en su discípulo y siendo uno de los integrantes iniciales de la Compañía de Jesús. Según el P. José García de Castro S.J. el rol de Pedro Fabro entre aquellos compañeros fue destacado, ya que fortaleció la cohesión interna del grupo.


En 1534, fue ordenado sacerdote, y el mismo año, junto a Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolas Bobadilla y Simón Rodríguez, emitieron los primeros votos que aunaban las intenciones de los seis integrantes. Convocados por el autor de los Ejercicios Espirituales, se encontraron todos en Italia. De aquel viaje, Pedro Fabro dejó mención en su Memorial:


En el año 1536 para el quince de noviembre, partimos de París los nueve juntos, es decir, todos los susodichos, excepto maestro Íñigo, el cual era partido primero, es decir año y medio antes para Venecia, donde él nos esperaba. Llegamos a Venecia después de Navidad; en el cual viaje Dios nuestro Señor nos comunicó tantas mercedes que no se podrían escribir. Íbamos a pie pasando por Lorena y por Alemania, donde estaban ya muchas ciudades luteranas o zuinglianas, como Basilea, Constanza, etc.; asimismo era invierno muy frío y profundo, tiempo de guerras entre Francia y España. Pero el Señor nos sacó y nos preservó de tales peligros.


En Italia, se pusieron a disposición del papa Paulo III, quien aprobaría la creación de Orden por la Bula Regiminis Militantis en 1540. Cabe destacar que la Compañía de Jesús, fue un factor fundamental en la lucha contra el protestantismo, por esto, desde 1540, los jesuitas buscaron recuperar las posiciones perdidas por la Iglesia.


Entre ellos, Pedro Fabro luego de ser enviado a Alemania para participar de la Dieta de Worms y en la Dieta de Ratisbona, trabajó en Espira, Maguncia y Colonia. Predicó los Ejercicios Espirituales y se acercó a príncipes, prelados y sacerdotes, buscando una renovación del clero. El brindar los Ejercicios a personas influyentes podía suponer que estos fueran replicados luego, sirviendo como freno a la expansión del luteranismo y reforma interna de la Iglesia.


Posteriormente, Ignacio de Loyola le solicitó que fuera a España y Portugal donde realiza distintas misiones en ambas cortes, propiciando el crecimiento de la Compañía de Jesús en cada uno de los reinos.


Al volver a Alemania, siguió con su tarea espiritual, catequizando especialmente a los jóvenes, alentándolos a la práctica de los ejercicios espirituales y buscando despertar en ellos la vocación del sacerdocio. Trabajó intensamente en Colonia donde la influencia del luteranismo era muy fuerte.


Estando nuevamente en España, en 1545, se observa una de las últimas memorias que dejó como testimonio de su obrar:


El día de la exaltación de la Santa Cruz, yendo yo a decir misa, una persona me detuvo diciendo que quería confesarse y limpiar el ánima de pecados. Y yo le respondí que deseaba ser escoba del Señor para barrer su conciencia, y acá comenzó en mí un deseo de ser o de llegar ser y ser llamado la escoba de Cristo. Y aquí me vinieron a la mente varias interpretaciones sobre esta expresión, con las cuales deseaba ser asimilado a la escoba que sirve para limpiar las casas, porque quedo siempre miserable y sucio limpiando a los demás, y porque contraigo diversas suciedades al ser para los otros, con la ayuda de Cristo, instrumento de su progreso. Yo veía también con qué facilidad me gastaba como las escobas, y sin embargo hallé gran devoción en ofrecerme a Cristo como escoba de su casa, para barrer las moradas espirituales. Deseaba asimismo que toda nuestra Compañía fuese por Dios destinada para que Cristo, que posee tantos instrumentos preclaros en su casa, que es la Iglesia, se dignase en nuestros tiempos comenzar a limpiar su casa y quisiese tener a bien tomarnos y utilizarnos a nosotros y a todos los futuros miembros de la Compañía como instrumentos más burdos y hechos para esto, como las escobas. Y a este fin ofrecí la misa de la Santa Cruz, deseando que también en los cielos merezca ser y tener el nombre de gloriosa escoba de Cristo, después de haber cumplido el oficio de una escoba vilísima, del cual no soy digno.


Mientras que estaba todavía en España, Pedro Fabro fue designado para que acudiera a Trento, junto con Diego Laínez y Alfonso Salmerón, sin embargo, el primer sacerdote de la Compañía de Jesús no llegó al Concilio… Falleció el 17 de julio de 1546 en Roma, a la edad de 40 años.


Pedro Fabro fue promotor de distintas comunidades jesuíticas en Alemania, Bélgica y España. Entre sus muchos discípulos, hay dos personas que merecen destacarse por la trascendencia que más tarde tendrían. Por un lado, Pedro Canisio, y por el otro, Francisco Borja.


En 1876, el papa Pío IX confirmó su beatificación y el 17 de diciembre de 2013, el papa Francisco, concretó su canonización.







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